Cuando Iron Maiden en 2011 actuó por primera vez en el Estadio Nacional (lo que fue registrado en un DVD oficial del grupo británico), fue la consolidación del descomunal fenómeno que significa este emblema del heavy metal en nuestro país. Una relación que serviría de material para vastos estudios que unan sociología y música.
El grupo volvería a repletar el recinto de Ñuñoa en lo restante de la década, pero ahora, en lo que es su décima venida (que a estas alturas podrían ser una docena si no fuera por las cancelaciones vividas en 1992 y 1998), son dos fechas agotadas en el mayor coliseo que tiene Chile.
Y lo vivido anoche en la primera de estas, reafirmó esta comunión de Maiden con sus miles de devotos locales, en un reencuentro que se da en el marco de la gira mundial titulada ‘The Future Past’. El setlist de esta es más bien “raro”, en el sentido de que están ausentes joyas clásicas como ‘The Number of the Beast’, ‘Hallowed be thy Name’, ‘Run to the Hills’ o ‘Running Free’. Para la familia maideniana presente, nada de eso importaba realmente. La locura se desató con todo desde el primer hasta el último tema ofrecido, incluyendo saltos, riffs tarareados, y vítores.
La columna vertebral del programa musical radica en el más reciente álbum de estudio del grupo (‘Senjutsu’, 2021), más la apreciada placa de 1986 ‘Somewhere in Time’, con cinco cortes de cada uno presentes. El arranque fue con dos piezas del aquel ochentero disco, ‘Caught Somewhere in Time’ y ‘Stranger in a Strange Land’, para luego repasar parte de su última placa, un trabajo sumamente interesante, que denota la tendencia de Maiden de la última década a navegar por aguas que le acercan al rock progresivo. Entre esto, a destacar es ‘Death of the Celts’, que refleja el espíritu épico que ha permeado su discografía en cuanto a temas de larga duración.
Tras 44 años de su disco debut, la banda mantiene firme esa tremebunda energía que impregna sus shows. Ahí estaban el pulso firme de Nicko McBrain (batería), la destreza en las seis cuerdas de Adrian Smith y Dave Murray, los acrobáticos movimientos del “tercer” guitarrista Janick Gers, junto a la fundamental base que proporciona el emperador de los ritmos de galopa, Steve Harris, bajista y principal compositor de la banda.
Y por supuesto, la operática voz del carismático Bruce Dickinson, que mantiene casi intacto su registro a los 66 años de edad. Toda la puesta en escena de la banda tiene algo de ópera, en verdad, donde las enormes pantallas y su imaginería apoyan la atmósfera y la narrativa del contundente repertorio, el cual se desenvolvió lleno de vitalidad rítmica y preponderancia de la tonalidad de mi menor, y que gracias al staff de sonido se percibió de manera brillante en el Nacional.
Un punto alto de esta gira, y muy esperado por los fans, es la inclusión de ‘Alexander The Great’, epítome del interés de Maiden por las temáticas históricas, y que es de lo más progresivo que el grupo haya grabado. Mientras que ‘The Prisoner’, ‘Can I Play With Madness’, ‘Fear of the Dark’ y ‘Heaven Can Wait’, dieron pie a los presentes para esforzar las gargantas al extremo. La última incorporó un llamativo segmento teatral entre Dickinson y un Eddie androide, como una especie de duelo, el cual ganó el vocalista.
La piedra fundacional del grupo, la canción ‘Iron Maiden’ incluida en el debut álbum homónimo de 1980, cerró la parte formal del concierto, y adquirió una dimensión especial para los fans, teniendo en cuenta que hace unas semanas falleció el vocalista original Paul Di Anno. Se vivió como un tributo a él.
El bis consistió de tres temas. Una más del último LP, titulada ‘Hell On Earth’, y dos megaclásicos para terminar bien arriba, todos gritando y saltando, ‘The Trooper’ y ‘Wasted Years’.
Un espectáculo impresionante que Iron Maiden repetirá la jornada de hoy jueves 22, para un nuevo cúmulo de leales fanáticos. Y ojo, que Dickinson anunció al despedirse que la banda retornará en 2026 para celebrar sus cinco décadas de carrera, con la gira bautizada como ‘Run For Your Lives’.